; Guia - Primera Infancia


b. Alimentación complementaria

Continuación de lactancia materna:

La lactancia materna debe acompañar la alimentación complementaria hasta los dos años y debe ser administrada a demanda, debido a que durante este periodo sólo una parte de los requerimientos calóricos totales del niño son cubiertos por la alimentación complementaria. La lactancia materna puede aportar más de la mitad de los requerimientos energéticos totales en un niño entre 6 y 12 meses de edad, y continúa aportando nutrientes adecuados, junto con los alimentos complementarios.

Cuando iniciar la alimentación complementaria:





La OMS recomienda que los lactantes empiecen a recibir alimentos complementarios a los 6 meses, primero unas dos o tres veces al día entre los 6 y los 8 meses, y después, entre los 9 a 11 meses y los 12 a 24 meses, unas tres o cuatro veces al día, añadiéndoles aperitivos nutritivos una o dos veces al día, según se desee.

Para iniciar la alineación complementaria, estos deben tener en cuenta múltiples factores involucrados en el éxito de su buena implementación, tales como:

  • La capacidad del niño para la digestión y absorción de los diferentes micro y macronutrientes presentes en la dieta. Para poder ingerir alimentos diferentes a la leche, es conveniente que el organismo tenga la maduración necesaria a nivel neurológico, renal, gastrointestinal e inmune
  • Las habilidades sociales y motoras adquiridas, destrezas psicomotoras que permiten manejar y tragar de forma segura los alimentos.
  • Ser capaz de coger comida con la mano y llevarla a la boca.
  • El medio socioeconómico en el que se encuentra y la incapacidad de la leche materna y de las fórmulas lácteas infantiles de asegurar un aporte energético que garanticen el crecimiento y desarrollo adecuado del lactante.

Importancia de la alimentación complementaria:

El niño durante su etapa de crecimiento y desarrollo adquiere y desenvuelve un sin número de habilidades, al mismo tiempo que incrementan sus requerimientos energéticos y nutricionales, por lo que la alimentación exclusiva con leche humana o artificial no puede ser igual en estas etapas de la edad pediátrica.

Después de los 6 primeros meses de vida, UNICEF recomienda que los niños consuman una dieta diversa y frecuente de alimentos complementarios ricos en nutrientes e higiénicamente preparados, además de la leche materna. Estos alimentos no sirven sólo para llenar la barriga del niño: deben proporcionar suficiente energía, proteínas, grasas, vitaminas y minerales que satisfagan sus crecientes necesidades.

Riesgos de la introducción precoz de la alimentación complementaria

No se recomienda antes porque: no cubre las necesidades nutritivas, los lactantes pequeños no pueden digerir determinadas comidas, se expone al niño a microorganismos patógenos (con posibilidad de diarrea y malnutrición), mayor riesgo de alergias y retorno a la fertilidad de la madre

A corto plazo:

  • Posibilidad de atragantamiento.
  • Aumento de gastroenteritis agudas e infecciones del tracto respiratorio superior
  • Interferencia con la biodisponibilidad de hierro y zinc de la leche materna.
  • Sustitución de tomas de leche por otros alimentos menos nutritivos.

A largo plazo:

  • Mayor riesgo de obesidad.
  • Mayor riesgo de eccema atópico.
  • Mayor riesgo de diabetes mellitus tipo 1.
  • Mayor tasa de destete precoz, con los riesgos añadidos que esto conlleva

Riesgos de la introducción tardía de la alimentación complementaria

No se debe retrasar la alimentación complementaria: la leche materna no tiene suficiente energía y nutrientes para los lactantes de más de 6 meses (riesgo de retraso de crecimiento y desnutrición), por deficiente aporte de hierro y Zinc, y porque hacia los 6 meses mejora la habilidad motora oral (masticación, deglución…) y la aceptación de sabores y texturas diferentes.

Además, ocurres afectaciones como:

  • Carencias nutricionales.
  • Aumento del riesgo de alergias e intolerancias alimentarias.
  • Peor aceptación de nuevas texturas y sabores.
  • Mayor posibilidad de alteración de las habilidades motoras orales.

Frecuencia de comidas:

No hay alimentos mejores que otros para empezar, aunque se recomienda ofrecer de manera prioritaria alimentos ricos en hierro y zinc. Asimismo, se recomienda introducir los alimentos de uno en uno, con intervalos de unos días, para observar la tolerancia y la aceptación y no añadirles sal, azúcar ni edulcorantes, para que el bebé se acostumbre a los sabores naturales de los alimentos.

La cantidad verdadera de comida que requiere un niño depende de la densidad de los alimentos que se ofrecen y de la capacidad gástrica.

  • 0-12 meses:  Leche materna o Fórmulas adaptadas (en caso de no estar con LM)
  • Por encima de los 3 meses: Sólidos con riesgo de atragantamiento (frutos secos enteros, manzana o zanahoria cruda, etc.)
  • 6 meses: Cereales, frutas, hortalizas, legumbres, huevo, carne, pollo, pescado, aceite de oliva.
  • Desde los 12 meses: Leche entera, yogur, queso tierno (pueden ofrecerse en pequeñas cantidades a partir de los 9 o 10 meses).

Aumentar el número de veces que el niño es alimentado con alimentos complementarios conforme pasa la edad:

  • Entre los 6-8 meses se pueden dar 2 a 3 comidas diarias de alimentación complementaria.
  • A partir de los 9 meses se pueden dar 3 a 4 comidas diarias, junto a aperitivos nutritivos (pan, fruta) 1 a 2 veces/día

Cuando introducir alimentos altamente alergénicos:

No hay evidencia de que retrasar la introducción de alimentos potencialmente alergénicos más allá de los 6 meses prevenga el desarrollo de alergia a estos. Por el contrario, hay estudios que sugieren que la introducción precoz de algunos de dichos alimentos en pequeñas cantidades pudiera disminuir la aparición posterior de alergia.

Sobre estas bases el Comité de Nutrición de la ESPGHAN recomendó que no se debe evitar o retrasar la introducción de alimentos potencialmente alergénicos (huevo, pescado) en niños con o sin riesgo de enfermedad alérgica.

Tipos alimentos





Frutas y verduras:  Se recomienda evitar durante el primer año de vida las verduras de hoja verde con alto contenido en nitratos, como la acelga, la espinaca o la borraja, por el riesgo de metahemoglobinemia. En los niños mayores, hasta los 3 años, conviene no dar más allá de una ración diaria de estos vegetales.

Los zumos de frutas no ofrecen ningún beneficio nutricional respecto a la fruta entera. Su ingesta elevada puede contribuir a la ganancia inadecuada de peso, en algunos casos sobrepeso y, en otros, escasa ganancia ponderal, al desplazar el consumo de otros alimentos. Además, aumentan el riesgo de caries. Por tanto, se recomienda el consumo de fruta entera.

Deben ofrecerse frutas maduras para una mejor digestibilidad, en forma de papilla o zumos naturales recién elaborados, habitualmente entre comidas. En cuanto a las verduras, aportan agua, proteínas vegetales, celulosa, vitaminas y minerales. Se pueden dar frescas o cocidas al vapor o hervidas en poca cantidad de agua y durante menos de 10 minutos para minimizar las pérdidas de vitamina C y de minerales.

Cereales: Son una fuente importante de fibra y de energía, dado su contenido en hidratos de carbono, por lo que se recomienda su ingesta a diario, además de aportar proteínas de origen vegetal, minerales, ácidos grasos esenciales y vitaminas (especialmente tiamina).

Los cereales pueden introducirse en polvo disueltos en leche, añadidos a purés, en forma de arroz hervido y chafado, pan, pasta, arepas o tortas de maíz, quinua o avena, según la edad y el estado madurativo del lactante.

Se recomienda evitar los azúcares libres en la dieta de los lactantes. Por ello, si se consumen cereales en polvo u otros productos específicos para lactantes, hay que desaconsejar aquellos que contengan miel o azúcares añadidos en su composición.

Proteínas: Está constituido fundamentalmente por las carnes rojas, el pollo, el pescado, el marisco, los huevos y las legumbres. Se pueden ofrecer en forma de puré, cocinados y desmigados o en pequeños trozos en lactantes más mayores. Ofrecer diariamente alimentos de este grupo, de forma variada, especialmente aquellos ricos en hierro.

Hierro: El hierro es un micronutriente cuyos depósitos se ven influenciados por el pinzamiento tardío del cordón al nacer, entre otros factores. Los depósitos disminuyen desde el nacimiento y a partir del sexto mes aumenta el riesgo de anemia ferropénica. La carne roja es una fuente principal de hierro con buena biodisponibilidad. También son una buena opción la yema de huevo y los cereales enriquecidos con hierro.

La Academia Americana de Pediatría recomienda la suplementación con hierro a partir del cuarto mes, fecha en que aumentan los requerimientos de hierro por el crecimiento rápido. El hierro en la leche materna, aunque es escaso, tiene una elevada biodisponibilidad, por lo que cubre los requerimientos en los primeros 6 meses de vida.

Lácteos: la leche materna sigue siendo el alimento principal, por lo que se recomienda mantenerla a demanda, sin disminuir el número de tomas. La Alimentación complementaria no es “sustitutiva”, sino “complementaria”. Se puede ofrecer yogur natural o queso desde los 9 meses y leche de vaca entera a partir de los 12 meses. Hay que tener en cuenta que la leche materna sigue siendo el lácteo de primera elección y se recomienda por encima de cualquier otra leche, siempre que madre e hijo lo deseen, hasta los 2 años o más.

Se sugiere introducir la leche de vaca después de los 12 meses. Además, considera aceptable la ingesta de pequeñas cantidades de leche de vaca antes de los 12 meses, pero sin utilizarla como bebida principal.

Agua: Los lactantes y niños pequeños sanos amamantados a demanda reciben por lo general suficiente cantidad de líquido. Sin embargo, los no amamantados cuando están recibiendo alimentación complementaria pueden necesitar beber agua, especialmente cuando el clima es caluroso.

Recomendaciones para alimentación complementaria adecuada:

  • Limitar la ingesta de sal a menos de 5 g/día (2 g de sodio) es aplicable para adultos y niños por encima de los 2 años25. Sin embargo, los lactantes necesitan muy pequeña cantidad, pues sus riñones son demasiados inmaduros para manejar las sobrecargas de sal.
  • Limitar el consumo de productos con elevado contenido en azúcares: bebidas azucaradas, zumos o batidos de frutas comerciales y bebidas o postres lácteos azucarados.
  • Se recomienda aumentar progresivamente la consistencia de los alimentos y comenzar con texturas grumosas y semisólidas lo antes posible, nunca más tarde de los 8-9 meses.
  • A los 12 meses, el lactante ya puede consumir el mismo tipo de alimentos que el resto de la familia, aunque teniendo especial cuidado con los sólidos con riesgo de atragantamiento, como los frutos secos enteros, que deberán evitarse
  • Obligar, presionar o premiar son estrategias que interfieren con la percepción del niño de su propia saciedad y pueden aumentar el riesgo de sobrepeso, de problemas en relación con la comida y de escasa variedad a la hora de comer, en contraste con lo esperado29. Estas estrategias están desaconsejadas, así como ofrecer comida al lactante o preescolar como consuelo emociona.
  • Ofrecer el pecho a un lactante en momentos de estrés (vacunación, dolor, sueño, etc.) no se considera “consolar con comida” y tampoco aumenta el riesgo de obesidad. Esta “succión no nutritiva”, así como el contacto piel con piel y la interacción con la madre, ayuda al control del dolor y disminuye el tiempo de llanto.

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